lunes, 8 de octubre de 2012

Ciao Roma,


Y de repente llega ese momento, cuando poco a poco vas percibiendo la realidad, y te das cuenta de que las cosas no son como creías ni como querías. Te das cuenta de que todo en lo que vives no es más que una falsa ilusa realidad creada por el mero hecho de esquivar la verdad, los problemas y decepciones.
Vas aceptando las circunstancias hasta que te ves envuelto en esa situación que te obliga a conformarte con la nada, tú, que siempre, en cada momento has ido en busca del todo.
Decepción tras decepción, sólo existe una solución posible, cerrar los ojos, respirar hondo y seguir con tu vida, hacia delante, como siempre lo has hecho sin mirar atrás, nunca más.
Y es que siempre lo han dicho, la vida es dura, pero al principio, ingenuo de ti, cuesta asumirlo.
Así es como comienza mi nueva vida en Roma. No es una huida, tampoco un paréntesis. Sólo una nueva manera de seguir adelante, de seguir buscando motivos por los que sonreír día a día, mañana a mañana. Una nueva manera de vivir, sin mirar atrás, nunca, aceptando las cosas como son, sin esperar más ni menos de ellas, sólo lo adecuadamente exacto.
Todos tenemos un sitio en el mundo dónde nos sentimos cómo en casa. Un lugar donde por muy solo que estés, muy mal que lo pases, bastará con salir a la calle, envolverte en el aroma del ambiente y olvidarte de todo. Un lugar que parece hecho exactamente para ti, con cada uno de tus gustos y preferencias.
No sé en que momento de mi vida descubrí que ese sitio para mí era Roma. Solo sé que concordábamos a la perfección. Yo, puro desastre, no tenía nada que envidiar a la caótica y devastadora ciudad. Quizá también ayudara la extraversión italiana a hacer un poco más mía esta gran ciudad.
Tan fácil como guardar toda tu vida en unas cuantas maletas y salir de casa, con destino a cumplir tu sueño, uno de los miles de ellos.
Tan fácil como mirar hacia adelante, sin miedos, sin rencores, y empezar de cero, no una nueva vida obviamente, sólo un nuevo “algo”, cuyo objetivo es aproximarte más aún al estrecho mundo de la felicidad.