domingo, 9 de diciembre de 2012

Felicità Congelata


Y llega el frío, y con él tus ilusiones se congelan, los paseos por Villa Borghese, las mañanas de mercado, las terrazas abarrotadas de turistas, y los paseos en bicicleta a lo largo del Tíber cada vez se hacen más lejanos. Se echan de menos los graznidos ásperos de las gaviotas al despertar, incluso los malditos mosquitos que meses atrás masacraban tu piel con un mínimo de diez picaduras diarias. Las calles se vacían, se percibe la ausencia del acordeonista que amenizaba tus días a la hora de comer con su único tema, “Volaré”, y las gelaterias van ralentizando su ritmo frenético de clientela. Incluso los mendigos tienen que emigrar de su hogar habitual en la ribera del Tíber debido a las continuas subidas del nivel del agua, que parece que algún día llegará a desbordarse y arrasará con la ciudad eterna. Las vespas van sustituyéndose por los coches. El sol va perdiendo protagonismo poco a poco en la ciudad, hasta que llega el momento en el que anochece en el pomeriggio, algo a lo que por muy nocturna que sea tu mente, es difícil de acostumbrarse. Los hindúes cargantes que te ofrecían gafas de sol de las “mejores” marcas, ahora miran al cielo esperando a que caiga una mísera gota de agua para perseguirte ofreciéndote cobijo bajo sus maravillosos paraguas. Sin emoción alguna, saco de mi viejo armario con olor a rancio, mis chaquetas, bufandas y gorros, momento que nunca creí que llegaría.
Todos estos cambios en la estampa romana habitual, y algunas cuantas circunstancias más van cerrando tu visión poco a poco, van creándote dudas y miedos que nunca creíste que existirían. Te ves atrapada en un mundo paralelo sin retorno en el que no todo es la felicidad esperada. Piensas, ¿qué ha cambiado? ¿Yo? ¿Las cosas? ¿O simplemente mi propia percepción de estas? E intentas buscar la respuesta, la solución, bajo unas cuantas mantas que resisten al frío invierno de un piso sin calefacción. ¿Quién te robó la sonrisa? ¿Las esperanzas? ¿La ilusión? Sólo tres meses han bastado para que el frío invierno se lo lleve todo. Un vacío nostálgico desplegado de un corazón de hielo que ahora añora el pasado. Pero es demasiado tarde, y no hay marcha atrás. Solo hay una salida, afrontar el duro invierno y esperar con ansias la llegada de una suave primavera.

"Certe volte ho così freddo che devo bruciare i miei ricordi per scaldarmi" Christopher Barzak



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